Por: Jorge Luna Cárdenas[1]
Cuando se habla de política monetaria, se hace referencia a las acciones instrumentadas por los Bancos Centrales para influir en las condiciones económicas de manera amplia, para ello, se hace uso de distintos instrumentos, siendo la tasa de interés el mecanismo por excelencia para implementar sus estrategias a través de los distintos canales de transmisión, y así cumplir sus objetivos para lograr reducir el desempleo, mantener el crecimiento económico en valores estables, y controlar el alza general de precios, siendo este último el que predomina en la práctica de los Bancos Centrales como objetivo único.
La estabilidad de precios suele presentarse, entre otros aspectos, como una condición necesaria del crecimiento económico, debido a que la prevalencia del poder de compra de la moneda doméstica va de la mano con un alto grado de certidumbre y credibilidad, que a su vez mantiene estables otras variables como el tipo de cambio, la inversión y el consumo.
Pero a todo esto, ¿Cuál es la causa de la inflación? En la literatura existe un amplio debate acerca de las diversas condiciones que pueden incidir en el nivel de la inflación y que se resume en factores de carácter institucional, fiscal, monetario y de balanza de pagos. Desde la visión de la corriente monetarista, la inflación es un fenómeno puramente monetario, y es explicada por el crecimiento de la cantidad de dinero por encima del aumento de la demanda real del mismo. En ese contexto, la autoridad monetaria es la principal causante de la inflación.
Por su parte, la corriente neokeynesiana identifica distintos tipos de inflación y se asocia a factores reales, y no únicamente monetarios. El tipo de inflación por “jalón en la demanda” ocurre cuando el exceso de demanda agregada supera a la oferta disponible; que puede resultar de un incremento en los gastos del gobierno y del sector privado, por aumentos en la demanda internacional de ciertos bienes.
Por otro lado, el tipo de inflación por “empuje de costos”, refiere a aquella que está asociada con perturbaciones en la oferta, lo que origina aumentos de precios de los bienes intermedios utilizados para la producción, que resultan en aumentos de costos debido a la inexistencia de insumos sustitutos en el corto plazo.
La respuesta de la corriente monetarista ante los planteamientos del corte keynesiano es, en primera instancia, asociar este tipo de inflación “real” con fenómenos del tipo inercia inflacionaria donde los precios y los salarios evolucionan en una espiral de aumento continuo, y aceptan que, en el corto plazo, la inflación puede tener diversos orígenes.
Cuando las presiones inflacionarias provienen de shocks de oferta o como resultado de excesos de demanda no originados en un aumento de la oferta monetaria, su persistencia, en última instancia, depende de la respuesta que tenga la política monetaria. Si ésta reacciona de manera acomodaticia y ratifica estas presiones con una expansión monetaria, la inflación no se detiene. Si, en cambio, la respuesta de política monetaria es firme y comprometida con el control de la inflación, las presiones al alza de los precios se terminan diluyendo. Por todo esto, la inflación sería, en primera o en última instancia, un fenómeno monetario y no podría atribuirse exclusivamente a factores de otro tipo (Brum, Román & Willebald, 2016).
Sin embargo, el intenso debate sobre la naturaleza de la inflación, la disyuntiva entre la persistencia de esta y aquello que se entiende como corto y largo plazo, es lo que obliga a los Bancos Centrales a intervenir de manera acomodaticia cuando se presentan perturbaciones en los niveles de precios. En ese sentido, la efectividad de la política monetaria puede ser limitada, ya que su instrumentación no permite afectar de manera directa las variables monetarias, y solo afecta de forma indirecta las reales, por lo que, en la práctica, es común que las estrategias de control inflacionario vengan acompañadas de políticas fiscales, que, en coordinación con las medidas monetarias, alivian las presiones inflacionarias.
Si bien existe una extensa literatura respecto a la naturaleza, causas, y estrategias para controlar la inflación, la realidad es que la actual política monetaria implementada por los gobiernos centrales no ha sido capaz de mitigarla; y el hecho es que sigue siendo un fenómeno del cual se desconocen más cosas de las que se saben, que durante años ha puesto en jaque a gobiernos y bancos centrales, por lo que es común que cada vez surjan nuevas ideas para remediarla, las cuales no se limitan únicamente a estrategias de tipo monetario, como el alza en las tasas de interés.
Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión del Grupo López-Elías.
Bibliografía
Bernanke B. (2004), “The Great Moderation”, Federal Reserve Board. Meetings of the Eastern Economic Association, Washington, D. C.
Brum, Conrado, Román, Carolina, & Willebald, Henry. (2016). Un enfoque monetario de la inflación en el largo plazo. El caso de Uruguay (1870-2010). El trimestre económico, 83(329), 61-98. Recuperado en 11 de julio de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2448-718X2016000100061&lng=es&tlng=es.
Rogoff, K. (2003), “Globalization and global desinflation”, Federal Reserve Bank of Kansas City.
[1] Licenciado y Maestro en Economía por la UNAM y Analista Económico de Grupo López Elías.